El edificio que hoy alberga el Museo de Arte Contemporáneo de Valdivia ha experimentado un constante proceso de construcción, destrucción y recuperación. Todo comenzó a mediados del siglo diecinueve con la construcción de la cervecería Anwandter, cuyas dependencias con el correr de los años fueron aumentando y mejorando. En 1912 un incendio arrasó con buena parte del complejo industrial que estaba construido en madera. En seguida se comenzó la construcción de una estructura de concreto de mayores proporciones a lo destruido. En 1916 a causa de inconvenientes económicos, la familia Anwandter vendió un paquete de acciones a la “Compañía Cervecerías Unidas” (CCU), una empresa chilena productora de bebidas, fundada el 8 de enero de 1902, que se formó de la unión entre la cervecera de Plagemann, la Fábrica de Cerveza de Limache y la Fábrica de Cerveza y Hielo de Gubler y Cousiño. En 1960, el terremoto de mayor intensidad registrado en el mundo, azotó Valdivia y derrumbó gran parte de sus edificaciones, entre ellas el cuerpo central de la cervecería. En 1962 la CCU vendió los terrenos de la ex cervecería a la Universidad Austral de Chile.
Entrada la década de los noventa el artista visual Hernán Miranda junto a los arquitectos Wren Strabucchi y Juan José Ugarte, propusieron la construcción de un museo de arte contemporáneo en las dependencias de la ex cervecería. En 1994 se firmó el decreto que dio nacimiento al MAC Valdivia. En ese momento comenzó lo que se llamó la “etapa cero”, período en el que las instalaciones de la ex cervecería Anwandter comenzaron a ser recuperadas para dar lugar a un museo de arte contemporáneo. Dentro de este período se incorporó al equipo de trabajo el arquitecto Alex Moreno.
En 1996 se inauguró la primera exposición del museo con la muestra “Proyecto Valdivia”, y a partir de ese momento las ruinas acondicionadas de la ex cervecería han servido de cobijo a más de doscientas exposiciones. En 1998 se llamó a concurso a distintas oficinas de arquitectura para la presentación de un nuevo proyecto museístico para el MAC.
La oficina Undurraga Deves resultó vencedora y de ahí en adelante comenzaron los trabajos de proyectación del museo. En 2016 el museo consiguió un fondo que le permitiría construir una infraestructura que respondiera a las exigencias que actualmente demanda la exposición del arte contemporáneo. Un año más tarde comenzó una nueva etapa para el edificio del MAC, que contempló la ampliación de los espacios expositivos y la restauración de las ruinas existentes. El arquitecto Cristián Undurraga explica el proyecto de la siguiente forma:
“El edificio propuesto se desarrolla principalmente entre el nivel del suelo de la isla y la cota más alta de las mareas del río. Las únicas construcciones inmediatas reconocibles desde la cubierta son el antiguo museo vecino y la cafetería del Museo de Arte Contemporáneo, dispuesta para recibir la vida de los museos y de la plaza.
La entrada principal al Museo se realiza a través de una rampa que desciende hasta un patio cuyos suelo y muros dan cuenta de la antigua cervecería allí existente. Además, se quiso poner en valor la relación de la nueva intervención con la costanera por medio de dos escaleras puestas respectivamente a cada lado del edificio. La primera sube por el costado de la construcción y conecta la costanera con la plaza superior, ampliando el paseo urbano hasta el río. La segunda penetra en las cotas del terreno natural llevando al nivel de acceso al museo. Al interior, la propuesta anexa las antiguas ruinas (salas hipóstilas), incorporándolas al recorrido y a las zonas de exposición. Las nuevas salas se han diseñado teniendo en cuenta que las nuevas concepciones plásticas requieren espacios claros y neutros. En los espacios dispuestos para la circulación se privilegia la emoción de la movilidad y poder revelar el paisaje del río y la ciudad. Toda la nueva intervención se caracteriza por un cielo casetonado que da cuenta de la continuidad y unidad del espacio.
Desde el frente urbano. El nuevo Museo aparece como una pieza de arquitectura que evoca una geografía rocosa inmersa en medio de la vegetación natural del terreno. Entre la opacidad y la transparencia, el edificio derrama sobre el río su resplandor y revela un interior de muros, pilares y rampas de hormigón a la vista que protegen tras de sí las salas blancas y quietas para la exhibición”. (Extracto Revista AUS n.12, 2012)
Experiencias similares de recuperación de instalaciones industriales y reconversión de ellas a equipamientos museísticos, a la que en la actualidad experimenta el MAC de Valdivia, han ocurrido en importantes ciudades a nivel internacional, tal es el caso de la Tate Modern de Londres y el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. En cuanto al primero fue construido sobre la central de energía de Bankside, construida en 1952 y que quedó en desuso en 1981. En 2000, gracias al trabajo de la connotada oficina Herzog & de Meuron el museo abrió sus puertas, convirtiéndose en la actualidad en uno de los museos de arte moderno más visitados del mundo. En el caso de Buenos Aires, la reconversión se llevó a cabo sobre un edificio construido en 1918 por la tabacalera Nobleza Piccardo, que quedó en desuso años más tarde. En 1987 comenzaron las obras de reacondicionamiento que convertirían al museo en un espacio funcional y moderno. Se mantuvieron algunas características del edificio original, como la fachada en ladrillo colorado inglés, y la imponente puerta de entrada, construida en madera reforzada con chapas de hierro y tachas puntiagudas. En 2005 el Museo cerró sus puertas para llevar a cabo las obras que inaugurarían, en octubre de 2010, la sede definitiva del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (GOB-BA).
*Para una lectura completa de la historia del edificio y la evolución de sus instalaciones se recomienda la lectura de “Una ruina habitable” y “Una historia inconclusa”.